Mejor la “brujería” que la discriminación
Que se califique de brujería un ritual de una creencia distinta a la propia no es nuevo. Lo raro es que sobreviva esa discriminación en pleno siglo XXI. Porque no estamos en la edad media cuando quemaban mujeres en la hoguera al grito de ¡Bruja, bruja! Se supone que la ilustración, el pensamiento científico, las declaraciones de derechos humanos, la libertad de cultos, la democracia, nos tendrían que haber ubicado en otro momento de la sociedad para saber que distinto no es sinónimo de malo o demoníaco.
Sin embargo, algunos en el Congreso se aterraron ante la imagen de una mujer tejiendo frente a una vela y una réplica del gran personaje Frailejón Ernesto Pérez, en medio de un sencillo ritual indígena que buscaba conectar con los elementos de la tierra mientras se discutía el acuerdo de Escazú. La manera como muchos abordaron el “escándalo” nos volvió a mostrar lo atrasados que estamos en el cumplimiento de nuestra Constitución que consagra la diversidad como parte de nuestra identidad y ordena el respeto a todas las creencias y a las libertades individuales.
Nos parece bien si alguien se echa la bendición, se encomienda a la virgen o lleva una cruz en el cuello, pero vemos con recelo a quien enciende una vela o hace un tejido. Las palabras despectivas utilizadas, el término mismo de llamar brujería a lo que no se quiere entender, nos muestran hasta dónde debemos aprender de democracia viva y desarmar también estereotipos para poder avanzar.
Creer en dios, dioses, diosas, energías o no creer en nada, es parte de la identidad religiosa individual. Los rituales, mientras no hagan daño a nadie, están permitidos. Paradójico que todo el escándalo se haya generado precisamente en el Congreso, que se supone debe ser el escenario de la democracia en donde se recoge la representación de todos.
No le tengo miedo a una vela encendida y la verdad me dejo seducir por la magia de Frailejón Ernesto Pérez. Lo que sí me aterra es la discriminación que pone en evidencia este incidente. Todavía hay quienes consideran que sus creencias valen más que las que tienen otros. Entre la “brujería” y la discriminación me quedo con la “brujería de Frailejón” y ¡que viva el aquelarre!