Cuando el presidente se pierde
Uno de los rasgos distintivos del estilo del presidente Gustavo Petro tiene que ver con el laxo manejo del tiempo que, en una agenda pública, tiene consecuencias. Hay un caso reciente que amerita explicación por parte del Gobierno: el presidente viajó con su comitiva a Francia y a última hora se cambió el día de regreso. La agenda estuvo en el limbo durante casi dos días. Las explicaciones que se conocieron fueron enredadas y poco claras y 10 periodistas de varios medios de comunicación se quedaron durante varias horas a la deriva y esperando la salida del vuelo con cambios constantes en la información. El problema va más allá de los momentos difíciles que pasaron los periodistas. El problema es que el presidente se pierda y el país no tenga claro qué pasó más allá de una agenda privada de última hora.
No es un asunto de formas, es de fondo. Hay protocolos y caminos legales para la salida de un presidente del país. Hay protocolos y caminos legales para que el primer mandatario se ausente de sus funciones. Si bien, se expidió decreto con el cambio de fecha de regreso, cuando se revisa el cronograma de lo que pasó en París queda claro que ni su equipo más cercano supo por varias horas qué pasaba. El viaje de regreso estaba previsto para las 8 y 40 de la noche del viernes 23 de junio y todo parecía normal porque a los periodistas los llamaron sobre las 5 de la tarde cuando terminaba el evento en la Sorbona para comenzar el proceso de salida al aeropuerto. En alguna parte del trayecto el carro que llevaba al presidente tomó un camino distinto al de la comitiva y no se volvió a saber de él hasta el domingo pasado el mediodía cuando por fin se puso en marcha para el vuelo.
El viernes los periodistas esperaron hasta las 11 de la noche afuera de la casa del embajador hasta que les confirmaron que el viaje quedaba para el sábado. Enfrentaron el reto logístico de recuperar las maletas, buscar alojamiento y demás. El sábado anunciaron el viaje primero para las 11 y 30 de la mañana y luego para más tarde hasta que finalmente les confirmaron que sería el domingo. En el camino surge una versión del embajador designado en Francia Alfonso Prada quien les dice a los periodistas que surgió una reunión con una empresa con la cual Colombia tiene interés por una eventual compra de aviones. ¿Se hizo la reunión? ¿Cuáles fueron los resultados? No hubo respuesta para estas preguntas formuladas por los periodistas que cubrían el viaje. El domingo por fin, y luego de casi dos días de retraso, se emprende el regreso a Colombia.
No acaba de entender el presidente Gustavo Petro que ya no es un ciudadano común, que debe responder a una institución que va más allá de sus deseos personales. Al momento de escribir esta columna no se sabe qué pasó en esas casi 45 horas que estuvo perdido. Algunos dicen que estuvo visitando a su hija, lo que sería legítimo y normal, pero si el presidente tiene una agenda privada se puede establecer previamente, se informa y se programa. También si el compromiso es oficial se puede manejar de mejor manera.
Después del viaje a París la agenda del Gobierno en la Guajira se vio afectada también por las varias horas de retraso en la llegada del presidente. Más allá de si es un asunto de mínima cortesía y respeto por los ciudadanos con los cuales tiene compromisos, cuando el presidente “se pierde” y su entorno más cercano no puede dar explicaciones sobre sus ausencias esto se convierte en un problema de seguridad y en un reto para las instituciones que deben dar cuenta de las actividades y la protección del presidente. También se deben invertir recursos públicos en la atención a las situaciones derivadas de esos cambios en la agenda. Las 45 horas horas en las que el presidente se perdió en París ameritan una explicación. Y sus múltiples retrasos en la agenda que irrespetan con frecuencia a los ciudadanos que lo esperan no son aceptables.