Las mujeres
que me cuidan

Hoy quiero agradecer a las mujeres que me han cuidado y me siguen cuidando. Gracias a ellas he podido crecer, tener una carrera, criar a una hija, hacer periodismo, escribir y vivir. Han estado desde siempre ahí firmes desde cuando llegué al mundo. Rosalba en primer lugar, mi madre, una mujer recia que me parió, me amamantó, cambió mis pañales y nos protegió a todos como leona de las vicisitudes de una vida que no siempre fue grata para ella.

Me empujó a ser más, me abrió caminos, me hizo perseguir sueños cuando a ella se los negaron. Fue la primera que me dijo que no debía aceptar que un hombre me maltratara. Tuvimos muchos desencuentros, lidió mi adolescencia rebelde y mi embarazo temprano de mujer soltera. Después del impacto inicial que significó para ella, me ayudó a criar a mi hija. Lo hizo luego de haber levantado a sus 7 hijos. A su lado, Angelita, una mujer del campo que llegó para quedarse en nuestra familia, como ocurría en otra época, con una vida singular y dolorosa que se tendrá que contar porque su historia es la de muchas.

Gracias a ellas dos que nos cuidaron a todos y se quedaron con mi hija en sus primeros años. Por eso pude salir a trabajar y buscar un camino en el periodismo. Gracias a ellas me esperaban, después de las largas jornadas de trabajo, una cama limpia, comida caliente y amor de familia. Sin ellas no habría podido crecer en mi profesión ni ser madre.

Gracias a mis hermanas, Alba y Sandra, que me protegieron de niña y lo siguen haciendo cuando ya voy terminando la cincuentañez. Siempre pendientes, amorosas, cuidadoras eternas. No podemos ser más distintas. Vidas y sueños diferentes, caminos diversos, pero con una claridad en cada una: nos tenemos todo el tiempo y yo sé que sus cuidados están ahí en cada cruce del camino. Fueron otras madres para mi hija en su infancia que tuvo el privilegio y también el reto de tener a muchas mujeres rodeando su crecimiento.

Gracias a Yolanda, la tocaya que me puso la vida en el camino desde hace más de 20 años para acompañarnos. Al comienzo vivimos unos tiempos turbulentos y retadores cuando las dos fuimos cuidadoras de enfermo. Y sigue aquí ahora en estos días más reposados. Su trabajo en las labores domésticas me ha permitido hacer el mío. Sin ese apoyo muchas de mis metas hubieran sido imposibles de alcanzar. Hemos aprendido a cuidarnos y a ayudarnos la una a la otra. Valoro su trabajo, lo respeto, hago todo lo que está en mi mano para reconocerlo y agradezco su presencia en mi vida. Yo he visto la suya caminar de la mano de su hijo. También es madre soltera y ha venido construyendo sus sueños paso a paso con su esfuerzo y su trabajo.

Gracias a mi hija Manuela que comienza también a cuidarme, como va indicando el ciclo de la vida. Está distante pero no ausente y sé que también está ahí para mí en todo momento. Ella sabe que soy certeza y yo se que ella es certeza. Nos cuidamos todas en este matriarcado que es mi familia, en donde también hay hombres, por supuesto, pero hoy quiero agradecer a ellas porque sin las mujeres que me han cuidado y me cuidan, mi historia sería distinta. Sin las mujeres que cuidan, el mundo se detendría. ¿Y a ti que lees esto, quién te ha cuidado? ¿Quién te cuida?

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