EL ACONTECIMIENTO DE ANNIE ERNAUX:
El cuchillo que rasga el silencio

Por Manuela Eusse Ruiz

Mon double vœu : que l’événement devienne écrit.

 Et que l’écrit soit événement.

 

Mi doble deseo: que el acontecimiento devenga escrito.

 Y que lo escrito sea acontecimiento.

Michel Leiris

(Epígrafe de El acontecimiento)

El acontecimiento se abre con una visita al médico, la caminata expectante entre el metro parisino y el consultorio; y una sala de espera. La sala de espera de los consultorios médicos es un lugar lleno de posibilidades. La espera, que puede ser alegre o ansiosa, es fecunda para la memoria y la imaginación. En el caso de Annie Ernaux, autora y narradora de este libro, la espera del resultado de una prueba de VIH se transforma en el detonante de la memoria: espera este resultado con “el mismo horror y la misma incredulidad” que alguna vez esperó el veredicto de un médico que le comunicaría que estaba embarazada.

Era el año 1963, cinco años antes de la legalización de la anticoncepción (1967) y doce años antes de la despenalización del aborto en Francia (1975). La joven Annie Ernaux tiene veintitrés años, no está casada y no ha terminado aún sus estudios universitarios. Pero, ante todo, no desea estar embarazada ni tener un hijo. El acontecimiento que se despliega en el relato es el de un aborto clandestino.

La historia de este acontecimiento vital es la de muchas mujeres de la generación de Ernaux y la de tantas mujeres y personas gestantes en Colombia y en el mundo. El relato explora las vicisitudes de la clandestinidad: la soledad, la vulnerabilidad, el peligro. La ruta de la joven Ernaux buscando a la persona que pueda ayudarla está sembrada de médicos violentos, aterrorizados por la ley, jueces auto investidos de sus actos, que oscilan entre ayudar con algún consejo ─mascullado entre dientes─ y obstaculizar su camino con indicaciones o tratamientos engañosos. Al lado de ellos están los hombres que observan con morbo su situación o que de plano interpretan su estado como el signo de su disposición a la actividad sexual. Mientras tanto, el tiempo se convierte en “una cosa informe que avanzaba en [su] interior y que había que destruir a todo precio” (p. 279).

La clandestinidad forzada de la práctica del aborto sumerge todo en el secreto y el eufemismo. En ningún lugar está escrito o anunciado “se practican abortos”, ningún médico quiere hablar de ello. Ni siquiera la palabra escrita escapa a la tenacidad de ese silencio:

“No tenía ningún indicio, ninguna pista.
Si muchas novelas evocaban un aborto, ninguna daba detalles sobre la manera en la que aquello tenía lugar exactamente. Entre el momento en el que la chica descubría que estaba embarazada y el momento en el que ya no lo estaba, había una elipsis. En la biblioteca, busqué en las revistas médicas. Saqué dos, Los archivos médico-quirúrgicos y La revista de inmunología. Esperaba encontrar informaciones practicas, pero los artículos no hablaban sino de las secuelas del ‘aborto criminal’, y esas no me interesaban” (p. 283) 

Mientras asistimos a la búsqueda de la persona que aceptará practicar el aborto, tenemos acceso a la visión que la joven Annie tiene de lo que le sucede, a través de citaciones de sus propios diarios de la época. El contraste con el silencio del mundo es elocuente. Sin ninguna emotividad, con asco o indiferencia hacia el feto que crece en su útero, lo único que revelan las palabras de su diario es la urgencia de deshacerse de ese embarazo. De manera similar, todo el libro está caracterizado por una forma de hablar del aborto y de todo lo que lo rodea que no acude a eufemismos, que no se permite la vergüenza ni el pudor:

“Sentí unas ganas violentas de cagar. Corrí a los baños, al otro lado del corredor, y me puse en cuclillas delante de la taza, frente a la puerta. Veía el embaldosado entre mis muslos. Pujaba con todas mis fuerzas. Aquello salió disparado como una granada, salpicando agua hasta la puerta. Vi un pequeño muñeco como de plástico colgando de mi sexo, al final de un cordón rojizo” (p. 308).

Este lenguaje no es una estrategia amarillista ni una voluntad torpe de realismo. Este lenguaje es el cuchillo con el que se rompe el silencio al que se ha condenado la experiencia del aborto:

“Puede ser que un relato así provoque irritación o repulsión, que sea tachado de ser de mal gusto. Haber vivido una cosa, cualquiera que sea, da el derecho imprescriptible de escribirla. No hay verdad inferior. Y si no voy hasta el final de la relación de esta experiencia, contribuyo a oscurecer la realidad de las mujeres y me sitúo del lado de la dominación masculina”  (p. 291).

El acontecimiento es la narración de ese evento en el pasado de Annie Ernaux, de su aborto clandestino y de todo lo que lo rodeó. Pero El Acontecimiento es también este libro, tal como lo hubiera deseado Michel Leiris, tal como ella probablemente lo deseó. Porque este libro es la ruptura de un silencio tenaz que nos sigue persiguiendo, a pesar de la despenalización, que nos sigue queriendo condenar a callar y a tener vergüenza por algo que no es más que un derecho, uno que no tenemos que justificar con nada diferente a nuestra voluntad.

El acontecimiento fue publicado por primera vez en francés en el año 2000.

 

Esta reseña está basada en el original en francés, L’Événement, presente en la antología Écrire la Vie (Paris: Gallimard, 2011). Las traducciones son de la autora de esta reseña.

El acontecimiento existe en versión española, particularmente accesible en la edición de Tusquets Editores.

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