Supermujeres, se vale no hacer nada
Las mujeres trabajan y siguen siendo las mayores responsables del cuidado. Las mujeres aprenden, salen, transforman el mundo, pero muchas, la mayoría, siguen teniendo una doble o triple jornada porque pareciera que ser mujer es tener que dar más, ser más, trabajar más, no parar, no respirar. Tuve la oportunidad de compartir en estos días con mujeres emprendedoras que tienen historias de vida poderosas, algunas muy difíciles y todas retadoras. Hablábamos de emprendimiento y ahí, en medio de la tarea, nos detuvimos unos segundos para entender la necesidad de parar para cuidarnos.
El tema lo lanzó Nancy, una mujer empujada por la violencia a Bogotá que presentaba en el encuentro su pesto artesanal, su emprendimiento. Hablábamos de los obstáculos, las dificultades y las ayudas que se necesitan para poder avanzar cuando una mujer decide hacer negocios. Además de los recursos económicos que siempre se requieren ella habló de la salud emocional, del apoyo que se requiere cuando el alma se quiebra. Las compañeras de panel la secundaron en esa necesidad y alcancé a notar el brillo en los ojos de Geraldine, que traía a la feria sus cerámicas. El brillo era tal vez un asomo de lágrima que ella contuvo y que noté en algún momento en un pequeño quiebre de su voz. Ella también sabía que la vida a veces pesa mucho.
Yasmin pidió, como la necesidad más acuciante, respeto para su trabajo y el de sus compañeras recicladoras: “No metemos (droga) no somos ladronas”. Es una paradoja que tengamos tanto por agradecer a quienes hacen esta tarea y que sea tan escaso el reconocimiento de la sociedad. Me conmueve que esta mujer deba pedir el respeto que merece por derecho. Pregunté a las decenas de mujeres que escuchaban la charla si alguna se había sentido desbordada alguna vez y se levantaron todas las manos en ese recinto que reunía mujeres venidas de muchos lugares.
Les pregunté también si había tiempo para descansar. Angela, una joven profesional de Casanare, que nos trajo los patacones con los cuales batalla contra las vicisitudes de la vida en el campo, nos dijo que ella se daba tiempos para escuchar algún podcast que le ayudaba a relajarse. Lo hace mientras cocina o lava la loza. Pensé para mis adentros que así pasa con las mujeres: a veces “descansan” mientras cambian de oficio o de trabajo porque no se puede perder un minuto. El tiempo del ocio total no existe, no se contempla.
Todas, de una u otra manera, nos hemos sentido desbordadas, todas nos hemos quebrado. Sin duda aquellas que dependen de su día a día para sostenerse, para alimentar a sus hijos y quienes han tenido que enfrentar la violencia, siempre llevan la peor parte. No es fácil intentar sobrevivir, mantener un hogar, encargarse del cuidado de la familia, trabajar, aprender y todo sin tener jamás momentos para el descanso y casi siempre con pocas horas de sueño para que el día rinda. Las “supermujeres” siempre hacen algo y siempre están para los demás. No se permiten sentir cansancio porque el tiempo no da y la culpa no da.
La culpa pareciera a veces ser parte del ADN y toca sacudirse de ella. No somos mejores porque trabajamos más, no somos mejores porque no “perdemos tiempo” y no está mal dejarse llevar por el ocio unos minutos, unas horas o días si tenemos el privilegio. Esa exigencia permanente que nos hacemos para atender todo y responder por todo, ha llevado a muchas mujeres al borde del colapso. Algunas, incluso, han cruzado la línea y han vivido ese quiebre, como lo contaron en ese encuentro mujeres que entendieron la dimensión de su cansancio cuando terminaron en una clínica.
Por eso es importante repetirse una y otra vez: Se vale por momentos no hacer nada. Se vale “perder tiempo” y eso significa en realidad ganarlo para nosotras. Entiendo lo difícil de plantearlo cuando hay mujeres que se levantan a las 3 de la mañana o antes para dejar listo el almuerzo, el aseo, los trabajos del hogar antes de salir a su otro trabajo. Entiendo que a veces parece imposible lograrlo, pero hay que dar la batalla colectiva para que todas las mujeres puedan parar y respirar. Familias, empleadores y sociedad deben dar respaldo.
Hay mujeres que duermen 4 o 5 horas, que tienen jornadas de 18 o 20 horas entre lo laboral y lo doméstico. Hay mujeres que trabajan 7 días de la semana, que no saben lo que es tener tiempo para no hacer nada. Así como se han dado batallas por el derecho a trabajar, a emprender, por la equidad salarial y contra la discriminación, así también hay que insistir en que el descanso es un derecho. ¡Supermujeres, se vale no hacer nada!
Nota: Participé en el “Foro MujerES: Emprendimientos que construyen paz” por invitación de La Fundación Avina, Artemisas y la Fundación Citi. Allí tuvimos un panel con cuatro mujeres emprendedoras que menciono en esta columna: Geraldine Romero de MORE, Nancy Ramirez de Pesto P’pure, Yasmin Pineda de Asoactiva y Ángela Patricia Avella del Proyecto Utopía con su proyecto patacón Pelao. Gracias a ellas por inspirar tanto.