A los pobres les pesa más la inflación
“Todo está caro”, “Todo por las nubes”, “Ya no alcanza para el mercado”, son las frases constantes en el comienzo del año y vienen desde el año pasado. De una u otra manera el golpe de la disparada de precios se siente en todos los hogares, pero de manera crítica en los más pobres. El Dane reveló el índice general de inflación del 2022 que finalmente quedó en un 13.12 por ciento, con un peso muy alto de los alimentos en esa subida. Este sector que es clave en la canasta familiar significó un incremento del 27.81 por ciento. Por eso, aunque la inflación golpea a todos, los de menos recursos de nuevo se llevan la peor parte.
La ecuación es sencilla: mientras más bajos sean los ingresos mayor porcentaje de ellos irá a la compra de alimentos. Por eso el golpe al bolsillo con la inflación se siente mucho más entre los que ganan menos. Para ellos el dato del año es más alto: 14.92 por ciento.
Son múltiples las explicaciones que dan los expertos para ese incremento desmesurado de precios que no se veía desde hace 24 años. Lo primero que se debe entender es que se trata de un fenómeno global que se vive en mayor o menor grado a lo largo y ancho del planeta. La inflación generalizada es uno de los elementos que ha llevado a pronosticar que el año 2023 será un año de recesión o de muy bajo crecimiento.
Varios factores han incidido para llegar a un panorama complejo de la economía: el impacto de la guerra en Ucrania en el precio de cereales e insumos, el arrastre del efecto de la pandemia que no acaba de pasar, el incremento en el precio del dólar. En el plano interno el desmonte del subsidio a los combustibles a pesar de que se ha hecho lento y gradual también sirve como pretexto o realidad para el incremento de precios. Y ese impacto apenas está comenzando. Falta también que comiencen a llegar a los consumidores algunos de los impuestos nuevos que pueden contribuir a empujar más los precios hacia arriba.
No es fácil enfrentar el reto de la inflación con tantos elementos en juego, pero queda claro que este será un año difícil para quienes ganan menos. El Gobierno ha anunciado incremento en los subsidios, pero también el desmonte de algunos lo que va a ser otro golpe para algunos sectores. Es la labor del equilibrista: tratar de incentivar el consumo, subsidiar a los más vulnerables, aplicar impuestos sin afectar la productividad. Todo en el marco de un mundo que ve nubarrones en el horizonte de la economía global.
El ciudadano de a pie que acude a la tienda de la esquina o al supermercado, poco entiende de la macroeconomía y lo que quiere es poder comprar la carne, el arroz o las lentejas sin que cada semana todo cueste más. Si el incremento del salario mínimo del año pasado se fue en unos cuantos meses, el incremento de este año que fue del 16 por ciento está a punto de desaparecer con una inflación que se acercó al 15 por ciento para los que ganan menos. Se vienen días complicados para los ciudadanos y para un Gobierno que prometió cambio y que no tiene fácil cumplir con sus promesas para los más vulnerables en un escenario tan complicado.
No sobra pensar en la necesidad de planear muy bien los gastos personales o familiares porque en esta circunstancias se trata de cuidar cada peso. Comparar precios, buscar alternativas cuando un producto sobrepase lo que se puede pagar, hacer presupuestos muy claros para evitar que los recursos se vayan en lo que no es prioritario. Y todos pendientes de las decisiones que tomen quienes, con dificultad, pueden incidir al menos un poco en los extraños movimientos de una economía que a veces es como el perro que se muerde la cola.