Por Yolanda Ruiz

Me quedan sonando las palabras del ministro de Defensa Diego Molano cuando dice que los menores de edad reclutados son convertidos en «máquinas de guerra». No me queda claro en qué momento menores de edad que son víctimas de reclutamiento pierden esa condición de víctimas y se convierten en «máquinas» que se pueden bombardear. El lenguaje tiene mucho poder y cuando se usa de esta manera se busca deshumanizar para poder convertirlos en enemigos para eliminar. La guerra se libra también en las palabras.

No se trata de defender a los grupos ilegales ni de cuestionar el uso legítimo de la fuerza cuando es necesario, se trata de proteger a los menores de edad por encima de todo. En este debate constante de blanco y negro sin matices no todo es simple. Los responsables del reclutamiento de menores de edad son los grupos ilegales y merecen persecución y castigo severo. Eso no se discute.

La guerra es atroz y en ella se degrada la humanidad de todos. Es cierto que los menores reclutados son usados para la violencia porque para eso se los llevan. Los hacen matar y los matan, pero no podemos perder de vista que son víctimas y que los menores de edad son seres humanos y son más vulnerables que los adultos. Por eso merecen una protección especial de un Estado que no ha hecho bien su trabajo porque si están en las filas de grupos ilegales es porque se les ha fallado en la obligación de protegerlos. Si la salida es convertirlos en objetivo militar cuando se falla en el deber de cuidarlos algo se está haciendo mal.

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